La maldita Elizabeth


En aquel entonces habíamos llegado a un grado de extraña madurez que empujaba a entregar los trabajos de clase con calidad en contenido y a tiempo; esto significa que si había que trasnochar, la queda no era la excusa, pues ni el sueño doblega la voluntad...
Un jueves, pasadas las 3 de la tarde, entró al salón el profesor Delgado (Era su apellido) con tiza en mano y herramientas de dibujo técnico, empezó a explicar los cálculos trigonométricos que eran necesarios despejar para poder dibujar un diámetro interior y uno exterior que a la postre darían a luz un piñon dibujado con módulos en sistema Pytch y al terminar los cálculos y dibujar la hermosa pieza, repito, con tiza y reglas, todos debíamos hacer lo mismo. Nuestros puestos de colegio público no eran grandes mesas para desplegar un formato A1 (Pliego de cartulina) y ya se imaginarán los resultados (De los que terminaron en el marco de la clase): manchas, líneas pasadas, cotas mal hechas y demás errores en los números, las líneas, las curvas y en el detalle. Ese nunca fue el problema; nuestra real angustia empezó cuando Delgado antes de abandonar el salón pidió para la siguiente clase el dibujo de un piñón helicoidal  y su cremallera (Entiéndase un piñon pero con los dientes cruzados! y la base en donde debe engranarse el puto círculo dentado). Debo aclarar que aquellos días no había acceso a internet y menos en colegios públicos de una ciudad como Bogotá.

Desde el viernes todos en el salón empezamos a buscar cómo dibujar semejante cosa para el cucho Delgado; Rojas, estuvo en la biblioteca del colegio y le dijeron que el libro que nos podía ayudar, estaba prestado. Otros fueron a bibliotecas el fin de semana y otros acudieron a familiares para lograr sacar el cálculo y el posterior dibujo. Aunque se había encontrado algo, hasta el momento ninguno había podido resolver nada. A partir del lunes iniciamos una tímida comunidad de intercambio de ideas para que entre todos lográramos conseguir las curvas del diente. Nadie, o por lo menos nadie que imaginabamos, lo había conseguido. entre esa masa de pubertos estaba la hermosisima Elizabeth. Un ejemplar femenino que fue dibujado con un sistema europeo de medidas perfectas y unas líneas tan detalladas que los dibujos de Delgado en el tablero eran rayones de párvulo al lado de este maravilloso tarro de mujer. Ni siquiera ella dotada de la habilidad de callar y ser observada, lo había conseguido y nadie se atrevía a dudarlo...

Miércoles 6.15 pm (Día previo a la entrega). En el grupo se acordó que todos íbamos a realizar algunos ejercicios con unos datos que se levantó Villafrade con un primo que estudiaba en la Universidad Nacional y que al unísono le exigiríamos al docente que explicara el método para diseñar los dientes curvos del piñón sin olvidar la cremallera.

Cómo ya se anticipó, la mayoría hicimos curso de bombillo buscando la solución. Algunos, lo admito, manipulamos las curvas a mano alzada, pero sabíamos que Delgado tenía un ojo fino como calculadora en su mirada y nuestro intento no era sino un colectivo sentimiento suicida.

Jueves, pasadas las 3. Día de la entrega. "Cómo les fue con mi piñón helicoidal?" fue la frase que se interpuso al saludo y su respuesta, el silencio sepulcro de un salón en donde nadie se levantaba a decir y reclamar nada. Ninguno de nosotros durante los segundos eternos que duró el silencio, se apretó el cinturón y habló con las palabras que todos teníamos atoradas entre pecho y espalda...

Entre el desenfoque que da la mirada a estribor, vi como se levantaba Elizabeth y sacaba de su maleta ubicada en la parte de atrás, un tubo portaplanos y de el permite que se desenrolle un pliego de pergamino con lo que parecía un intento más. Se pone de pie; camina hacia donde estaba Delgado acomodando su maleta. Nos desfila su hermoso cuerpo y nos deja oler su perfume que hacía juego con su cabello negro. No miró a nadie. Solo miró adelante, fijo, frío, helado.... "Profesor Delgado, aquí está mi plano completamente terminado. Me costó mucho trabajo pero finalmente pude dibujarlo. Lo hice utilizando tinta sobre pergamino..."

Muy bien señorita Castellanos, pero cuénteme ¿Cómo logró esta hermosa pieza? -Saqué de la biblioteca el libro de dibujo de ingeniería que usted me recomendó y yo empecé a estudiarlos desde el mismo día en la que usted dejó la tarea...  Mucha hijueputa esa Elizabeth!

La rancia nochera no tuvo la mínima intención de compartir lo que había conseguido sabiendo que el resto del salón estaba haciendo un trabajo en equipo; no tuvo la sabiduría para aceptar que el conocimiento en comunidad es mucho mejor. Su cabeza (Hermosa cabeza) no le alcanzó para sobrepasar el umbral del egoísmo y atreverse a compartir el libro... Nadie le pedía la solución. Nadie le pedía el trabajo. Solo era necesario compartir la fuente y ella se quedó con todo frente a la mirada atónita de un grupo que pasó de la inocente admiración al tormentoso deseo sucio y sexual como castigo por su totem de inmunidad.

Elizabeth nos traicionó; nos deshonrró. Era la más bonita de todo el grado y era nuestro orgullo. Ahora además de ser una hembrita, era la maldita hembrita que todos malditamente deseábamos.

Explicar la razón de su acto "sutil" no viene al caso. Creo que lo que importa es establecer las consecuencias. No sé cómo fue la educación de aquella damita, maldita, pero resultó ser una lección clara de cómo en este país y en esta civilización occidentalizada el hermetismo de la confianza en la relaciones de intercambio, son vistas como debilidad y mala jugada...

Ahora recuerdo a un profesor que alguna vez mencionó en clase de publicidad y mercadeo la frase que podría servir de colofón de esta escena: "Muchachos, a la competencia no se le desea el mal..." El profesor dejaba pasar un par de segundos y retornaba con su apabullante voz: "Se le hace a esa hijuepueta!" Y Elizabeth tenía escrita esa frase en su ADN, pues sin ningún dolor nos mintió, pasó sobre nosotros y seguía siendo la más hermosa.

Años después fui a estudiar en una prestigiosa universidad de la capital en donde muy a mi pesar, los asistentes a clase buscaban el éxito personal a costa de una ruda competencia bañada de celo profesional de grueso calibre.

Es tan difícil entender qué significa colaboración? ¿Es tan fácil caer en la ironía del egoísmo? Es posible que sí, porque estamos teñidos hasta el tuétano del tecnisismo de que detrás de dar, ofrecer, compartir o entregar, se debe recibir a cambio algo material. Hoy día elizabeth es encarnada por aquellos que con el libro en mano quieren pasar por encima de los demás manteniendo la brecha entre los que saben mucho y los que no saben nada. Este tema no queda ahí. tengo bronca y estaré buscando más excusas para metaforizar la sagrada metodología en la que todos caemos en la egoísta búsqueda de la felicidad haciendo infelices  otros.

Comentarios

  1. "Compartir el conocimiento es una acción de seres inteligentes, que han comprobado que el conocimiento es un bien que crece a medida que se lo comparte" Prof. Mario Héctor Vogel. En la academia encontramos muchos y muchas "Elizabeth" quienes con su egoísmo no aportan al conocimiento, sin embargo, estoy segura que con textos como el tuyo es un gran avance para abrir los ojos de estas personas y generar conocimiento en grupo.

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  2. Bien Jaime que gran hazaña y metáfora, una publicación con la cual nos queda bastante que reflexionar, pero algún día los envidiosos siempre han necesitado y necesitaran de grandes mentes que comparten todos sus conocimientos a cambio de nada.

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  3. Supongo que por eso existe el dinero, como intercambio frío que genera competencia y desigualdad. Con los temas de derechos de autor, y las "leyes lleras" que andan por ahí,junto a las patentes en la medicina y el avance científico, queda claro a qué estamos jugando.

    El viejo discurso de la desigualdad no empieza por compartir lo material, sino más importante aún por compartir el conocimiento que es el que realmente puede llevar a la satisfacción de lo material y mucho más, al poder.

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  4. Oigan, severo que hayan leído a mi maldita Elizabeth. Hace unos días conté esta historia a unos estudiantes de periodismo que tengo y uno de ellos, me preguntó si era cierto o ficción..

    Los espero en mi próximo post...

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Jajaja Gracias por comentar. Luego le respondo parce!

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